Imágenes magnéticas, las miradas invisibles es una propuesta expositiva realizada por David Villalba en torno a la colección APERTURA.

Partiendo de allá y andando tres jornadas hacia poniente la imagen se encuentra. Rara vez el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra cosa. Una huella en la arena indica el paso de un tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. El resto es mudo e intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son. No todas las brújulas apuntan al norte cuando los campos han sido alterados. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas. Recorre las vías como páginas escritas, dice todo lo que debes ver y te hace repetir su estampa. Mientras crees que lo diriges, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí mismo y a todas sus partes. Un campo que atrae objetos sin tocarlos depende de la orientación de sus elementos.

– ¿Fotografías para revivir tu pasado? – era en ese momento su pregunta, que podía formularse así: ¿fotografías para encontrar tu futuro?
– El otro lado es un espejo negativo. Quien colecciona imágenes reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha visto y no verá.

Hay que guardarse de decirles que a veces imágenes diferentes se exponen bajo el mismo haz y bajo el mismo síntoma, que nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. Los signos forman una lengua, pero no la que crees conocer. Una colección se discute y se interroga a medida que se va haciendo. Mi mente sigue conteniendo una gran cantidad de estelas de lo que ni he visto ni veré, partículas cargadas de movimiento que llevan consigo un fragmento o destello de figura imaginada.

Todavía no he dicho lo primero que debería haber aclarado. Cada imagen, al igual que la serie de relatos de viajes que Marco Polo hace a Kublai Kan, nos cuenta algo único, algo que ninguna imagen más puede decirnos. Lo hace a través de una mirada invisible: la del coleccionista. El atlas tiene la virtud de revelar la superficie de las imágenes que todavía no poseen forma ni nombre. Si bien, el que busca sueños realizados en imágenes foráneas se hace consciente del suyo propio. A la vez que imanta miradas y pensamientos de quien las enfrenta.

Las imágenes se convierten en continentes imaginarios en los que encontrarán su espacio otras representaciones fotográficas. Cada imagen, tiene a su lado otra cuyos habitantes llevan los mismos nombres. Su proximidad genera un campo de atracción. Operan como objetos que alteran las propiedades de su entorno, perturbando la parcela de la realidad que capta el ojo. Son, las imágenes magnéticas.

David Villalba

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